30/11/09

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La noticia de que Lorena había escapado hacía unos momentos vino a mí enseguida. La cabeza del drow que me lo había anunciado se había despegado de su cuerpo con relativa facilidad. Y la de algunos más. Repasé los mapas que ella había visto la vez anterior; sí, definitivamente había ido a aquel lugar. Un par de magos rastrearon sus pasos y al rato sus zapatos estaban en mi mano...
Algo le había pasado.
Paseé hasta la tienda principal, el campamento se puso en pie, todos empezaron a movilizarse.
-Hay que moverse -dije, en un tono que no admitía contestación.
-Pero... señor... -empezó a decir uno de los orcos, aunque calló al ver mi mirada fulminante.
-Nos moveremos ya, y el que tenga algo que decirme en contra que levante su acero, ¡moveos! -Les grité, ellos no se atrevieron a contestar. Anduve rápido por el campamento, aquella mañana había tenido una sensación horrible, como hacía tiempo que no tenía, mis pensamientos me impidieron ver lo que se acercaba.
-Señor... -dijo una sombra, siseante.
-Ah, eres tú -le dije al drow hechicero secamente, que se mostró de pronto.
-Mis conjuros han detectado varias personas en el bosque, seguramente sean superivientes. -El drow me examinaba con la mirada, receloso.
-Bien, ya sabemos dónde internarnos -dije sonriendo.
-Pero... señor, no podremos pasar con todos los prisioneros.
-Pues ajusticiadlos a todos -la sentencia sonó dura, carente de sentimientos, ya no me importaban las vidas de todos aquellos imbéciles.
-Señor...-añadió el hechicero
-Dime, tengo prisa.
-He notado una fuerte presencia en el bosque, algo... peligroso -dijo, sonriendo.
-Alguien... ¿como yo? -Pregunté, interesado. Quizá se refiriera a alguien de otro mundo, nunca se sabía.
-Parecido -dijo el drow.
-Bien, dile a los orcos que preparen las catapultas y las carguen con el combustible... reduciremos el bosque a ceniza.
-Pero señor... ella estaría en peligro... -apuntó el hechicero.
-Cierto... -titubeé- ¿se te ocurre algo?
-Tengo un hechizo que podría funcionar... aunque haría falta sacrificios...
-Coge las mujeres y los niños que quieras, son todos tuyos.

El Drow sonrió.
-Bien señor, pues le concederé inmunidad por un periodo de tiempo, un minuto por cada sacrificio, nada podrá tocarla durante ese tiempo ¿de cuántos sacrificios dispongo?
-Cuantos quieras.

Continué hasta mi tienda, bien, todo saldría a pedir de boca, y fuera quien fuera el que la había raptado, moriría. Por mi cabeza pasó la imagen de Tybalt, le había perdonado la vida entonces... Me las pagaría.
Al llegar a mi habitáculo un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Las sombras de la tienda comenzaron a agrandarse y pronto taparon todo el espacio.
-Mi buen general -dijo una voz serpentina, los cabellos se me erizaron, y una sensación de miedo se apoderó de mí- Tanta movilización para una mujer, pudiendo tener las que quieras... -una silueta femenina emergió de entre las sombras, morena, un poco más bajita que yo, las curvas se insinuaban bajo un apretado vestido negro. Mis piernas temblaron y caí de rollidas.
-Así me gusta, mi general, fiel a tu señora -una lengua bífida se insinuó entre sus dientes, siseante, le gustaba aquello, esta disfrutando.
-Takhisis -conseguí tartamudear, estaba paralizado.
-Señora de la Oscuridad para ti, súbdito -dijo entre risas, la marca del brazo empezó a dolerme, a quemar, más que cualquier fuego, se estaba comiendo no sólo mi carne, sino mi alma.
-¿Qué... qué quieres? -Pregunté costosamente.
-"¿Qué quiere mi señora?" Sería más aceptable -respondió- pero me siento magnánima y bueno, eres uno de mis juguetes preferidos -se acercó y con un dedo rozó mi barbilla, levantándomela para que la mirara a los ojos. Sus ojos eran negros, de una profundidad abismal, en la cual podían verse las almas de la gente que acababa en el abismo, sus gritos de desolación, su castigo, sus torturas, y entre aquellas almas apareció la mía, gritando y debatiéndose por escapar, y los demonios la cogían y la rompían a pequeños pedazos, los cuales se los iban comiendo...
-¿Has visto algo interesante? -Preguntó la Reina.
-Mi... mi...
-¡Tu condenación! -Exclamó, profiriendo una sonora carcajada- Sí, Paladine no te dejará ir con él después de todo esto, no es tan benevolente el flamante dragón de platino. Estás atado a tu Reina -se regocijó.
-Sí... Quiero recuperarla..
-Oh, bonita osadía, pedirle a tu señora... pero te lo concederé -dijo ella.
-¿A cambio de qué?
-Qué listo que es mi general -dijo ella- no puedo hacer ningún trato que involucre su alma ni nada parecido, pero... quiero la tuya, tu alma, tu servicio, tu vasallaje eterno. Dámelo y te la conseguiré, y te daré el poder para acabar con aquellos que la hicieron presa -sonrió ella.
-Lo que quieras -dije yo.
-Firmaremos el acuerdo con un apretón de manos -sonrió, maléfica y estiró la mano. Yo se la estreché, y al instante sentí un fuego que quemaba la palma de mi mano, pero no era físico. La mano de la Diosa se convirtió en la mano enguantada de un caballero oscuro y después en la zarpa de un dragón. La habitación giró, las sombras se agruparon y su risa continuó escuchándose en mi cabeza mucho después de que se marchara. La habitación quedó en silencio.
-Mi señor-dijo una voz sepulcral desde la misma tienda. Me volví con rapidez, casi con sobresalto, pero no vi a nadie.

De pronto, desde el punto mismo en el que miraba, algo salió, algo no más grande que yo. Una cornamenta colosal adornaba su cabeza, poseía unos ojos rasgados y una piel cobriza bastante singulares, y llevaba las alas plegadas y andaba sin emitir paso alguno.
-¿Quién eres? -Pregunté, llevando la mano a la espada.
-Soy tu pacto, lo que has pedido, soy el que traerá a tu prometida y destripará a tus enemigos,
soy Khaz'nar, demonio de la sombras y el silencio, y por este día te serviré.

Me sobresalté, no era un espectro ni ninguna de las cosas que andaban por la tierra, era un demonio del abismo, un siervo mismo de la Reina de la Oscuridad, y ahora ella volvería a mí, y todos aquellos que la habían herido caerían como piezas de un tablero.
Cuando salí, el hechiero estaba allí, con los puños apretados.
-Ha venido -dijo él.
-Y me ha concedido la victoria, anula todos los preparativos, dile a los hombres que monten más guardia y suban barricadas, no vamos a atacar, no todos. Y llama a los mejores conjuradores, necesito un buen hechizo de invisibilidad y otra cosa...

Al rato los orcos comenzaban a levantar una muralla de tres metros, doble, de madera, el bosque nos servía para eso.
Los hechiceros lanzaron sus conjuros, no vieron al demonio, ni yo mismo lo vi, pero sabía que me seguía.
Salimos al bosque, las pistas eran claras, el demonio iba sorteando las trampas, era impresionante. Ni yo mismo era capaz de detectarlo si él no quería.
Al rato encontramos un pequeño "campamento", no eran muchos, no comparados con el ejército que portaba. El demonio me indicó el poste en el que ataban a una mujer... cerdos... la ira estalló en mí, los quería a todos muertos.
El demonio se movió primero, no lo vi, pero empecé a ver las víctimas, los centinelas empezaron a caer en silencio, muertos de un solo golpe.
A la tercera víctima el campamento se alarmó, pero ya era demasiado tarde, me moví rápido pese a la armadura, un solo tajo, el guardia estaba muerto, ella estaba llorando, el miedo podía olerse.
-Ya estoy aquí, pajarito-le susurré al oido, después corté sus cuerdas, el demonio había sido rápido, no quedaban casi arqueros, varias flechas silvaron pero chocaron contra mi armadura, adiós al hechizo de invisibilidad, pero aún me quedaba una cosa.

Varios soldados se alarmaron y vinieron a por mí, su acero se partía bajo la fuerza de mi espada, regalo de la Reina, el fulgor azul quemaba sus cuerpos, como había hecho en otras batallas.
Alguien salió de la tienda principal, alguien familiar, esperaba que viniera, pero no esparaba que viniera así, no había cambiado, bien, eso me daba cierta ventaja.
Sus hombres caían al suelo, uno detrás de otro, otro más cayó bajo el peso de mi espada. Le miré, y algo se movió detras de él: Khaz'nar... ya era demasiado tarde, le vi caer derramando la sangre por el suelo.
Cogí a Lorena y corrí, corrí por el bosque, ya estaba conmigo y mi alma estaba con Ella.


/A mamarla/