30/11/09

SE CIERRA

Esto lo hice con mis amigos para divertirnos un rato y hacer el chorra con las historias. Se tomó con ganas pero poco a poco se fue dejando por diferentes motivos. Entre esto y otros motivos se me han quitado las ganas de seguir con la historia, y viendo las ganas que tenéis el resto, me parece que es hora de echar el cierre.

Os he quitado a todos la opción de poder postear, pero no lo voy a borrar, por si alguno quiere releerlo todo (como yo, por ejemplo, que soy tonta).

Pues nada, la compañía del anillo se disuelve más de lo que ya lo estaba.

Neptune

Lo que sucedió mientras Carlos me rescataba a penas lo recordaba, pues cerré los ojos con fuerza durante todo el rato. Sentí que me subían a algo peludo y caliente pero sólo cuando los sonidos de batalla se alejaron me permití abrirlos y vi que estábamos llegando a una especie de fortaleza de madera a lomos de Valle. Volví a cerrarlos, mareada. En la tienda, el hechicero drow me dio una especie de tila mientras me curaba la herida del pie, pues estaba muy asustada. Me dormí sin darme cuenta, y para cuando desperté, la cabeza me dolía terriblemente y tenía la vista borrosa.
Al despertar, Carlos se encontraba de pie frente al espejo, iba sin camiseta y en su espalda se dibujaba un enorme dragón con cinco cabezas, parecía un tatuaje, no se dio cuenta de que había despertado.

Contuve las ganas de vomitar, pues la habitación dio un vuelco de 360 grados cuando me incorporé.
-Tengo sed... -balbuceé, aturdida.

Carlos se dio la vuelta, sorprendido, después se colocó una capa, ocultando el tatuaje y me acercó un vaso, llenándolo con la jarra de agua.
Alargué una mano temblorosa hacia el vaso y bebí como un pato al que le han puesto anestesia en el pico. Después me dejé caer de nuevo sobre la cama, cerrando los ojos.
-¿Y ese tatuaje? -Le pregunté, mientras me secaba el sudor frío de la frente con el dorso de la mano.
-No lo sé -dijo, algo pensativo- No pienses en eso, ¿que tal estas?
-No lo sé, es como si estuviera en el Mundo de las Ideas -siempre que notaba como si mi cabeza volara o si estuviera vacía, por el mareo, me sentía así. Seguro que Platón se sentía igual después de un chute de Opio- No me acuerdo de nada, pero me parece que es mejor así.
-Sí, es mucho mejor. Te dije que no te alejaras -me espetó con rudeza.
-No me riñas -gimoteé, mientras las lágrimas se agolpaban tras mis párpados cerrados- que estoy malita -extendí los brazos para que me abrazara.

El chico me retuvo entre sus brazos
-Nunca haces lo que te digo...

Busqué sus labios con los míos para evitar que me riñera más. No quería que me riñeran. Ni que me dieran aspirinas efervescentes, eran dos cosas que no soportaba que hicieran cuando estaba malita.
Cuando terminé de besarle le murmuré que quería que nos fuéramos.
-A tu castillo, a donde sea, no quiero cabalgar más -puntualicé.
-Bien, recoge tus cosas, mandaré que monten la caravana e iremos a casa -se levanto, algo abatido, y comenzó a recoger sus cosas-Por cierto, en la ciudad elfica vi a Tybalt.

Aquella noticia me sobresaltó.
-¿A Tybalt? ¿En serio? -El corazón comenzó a bombearme de alegría a un ritmo insano- ¿Estaba bien? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
-No lo tenía en mente, fue un hecho -dijo, se vistiéndose sin dejar que viera el tatuaje, la venda del brazo estaba algo manchada de lo que parecía sangre- estaba bien, consiguió escapar, bueno, le dejé escapar.
-¿Luchó contra ti? -Pregunté distraídamente, mientras avanzaba hacia él y le cogía del brazo del vendaje, el cual intenté desatar.
-No, ya esta cicatrizando -respondió Carlos, tapándosela y vendándola de nuevo.
-Pero te sangra... pensaba que las quemaduras se curaban en seguida. Deberías pedirle a Kleot que te diera rosa mosqueta.
-No, no servirá de nada, es una herida mágica.
-¿Te la ha hecho... Takhisis? -Pregunté no sin algo de miedo
-Sí, me la hizo ella, como el tatuaje.
-Qué zorra -murmuré, besando la herida por encima del vendaje.

Él no contestó, pero se colocó el blusón.
-Venga recoge las cosas, iremos al castillo, no quiero ningun incidente más, a saber cuánto me costará el siguiente...

Sentí una punzada fuerte en el pecho
-Lo siento mucho -murmuré, mientras me vestía. Las brumas de mi mente se iban disipando y conseguía dar pie con bola, así que comencé a meter las mantas y las alfombras en un arcón.
El General dio varios gritos desde dentro de la tienda, y las tropas empezaron a movilizarse.
-Iremos directos al castillo sin ninguna parada.

Me horroricé, quedaban casi cuatro días de camino. Ya notaba las llagas en los muslos emergiendo sin piedad.
Los esclavos vinieron a terminar de recoger y desmontaron la tienda. Las jaulas de los capturados se pusieron en marcha y los jinetes comenzaron a montar en sus caballos.
Antes de partir le di un beso a Carlos en los morros y le susurré que le quería.
-Venga, súbete al carro, les he mandado poner las cortinas, y un refuerzo por dentro.

Solté un tonto gritito de contento por dentro, pues no recordaba aquel detalle tan confortable. Entré y me tumbé entre los cojines, no tan refinados como los de los elfos, pero suficientes como para que me quedara dormida casi al instante.


//Wikii a ver si postean los que quedan ^^//

More

La noticia de que Lorena había escapado hacía unos momentos vino a mí enseguida. La cabeza del drow que me lo había anunciado se había despegado de su cuerpo con relativa facilidad. Y la de algunos más. Repasé los mapas que ella había visto la vez anterior; sí, definitivamente había ido a aquel lugar. Un par de magos rastrearon sus pasos y al rato sus zapatos estaban en mi mano...
Algo le había pasado.
Paseé hasta la tienda principal, el campamento se puso en pie, todos empezaron a movilizarse.
-Hay que moverse -dije, en un tono que no admitía contestación.
-Pero... señor... -empezó a decir uno de los orcos, aunque calló al ver mi mirada fulminante.
-Nos moveremos ya, y el que tenga algo que decirme en contra que levante su acero, ¡moveos! -Les grité, ellos no se atrevieron a contestar. Anduve rápido por el campamento, aquella mañana había tenido una sensación horrible, como hacía tiempo que no tenía, mis pensamientos me impidieron ver lo que se acercaba.
-Señor... -dijo una sombra, siseante.
-Ah, eres tú -le dije al drow hechicero secamente, que se mostró de pronto.
-Mis conjuros han detectado varias personas en el bosque, seguramente sean superivientes. -El drow me examinaba con la mirada, receloso.
-Bien, ya sabemos dónde internarnos -dije sonriendo.
-Pero... señor, no podremos pasar con todos los prisioneros.
-Pues ajusticiadlos a todos -la sentencia sonó dura, carente de sentimientos, ya no me importaban las vidas de todos aquellos imbéciles.
-Señor...-añadió el hechicero
-Dime, tengo prisa.
-He notado una fuerte presencia en el bosque, algo... peligroso -dijo, sonriendo.
-Alguien... ¿como yo? -Pregunté, interesado. Quizá se refiriera a alguien de otro mundo, nunca se sabía.
-Parecido -dijo el drow.
-Bien, dile a los orcos que preparen las catapultas y las carguen con el combustible... reduciremos el bosque a ceniza.
-Pero señor... ella estaría en peligro... -apuntó el hechicero.
-Cierto... -titubeé- ¿se te ocurre algo?
-Tengo un hechizo que podría funcionar... aunque haría falta sacrificios...
-Coge las mujeres y los niños que quieras, son todos tuyos.

El Drow sonrió.
-Bien señor, pues le concederé inmunidad por un periodo de tiempo, un minuto por cada sacrificio, nada podrá tocarla durante ese tiempo ¿de cuántos sacrificios dispongo?
-Cuantos quieras.

Continué hasta mi tienda, bien, todo saldría a pedir de boca, y fuera quien fuera el que la había raptado, moriría. Por mi cabeza pasó la imagen de Tybalt, le había perdonado la vida entonces... Me las pagaría.
Al llegar a mi habitáculo un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, de la cabeza a los pies. Las sombras de la tienda comenzaron a agrandarse y pronto taparon todo el espacio.
-Mi buen general -dijo una voz serpentina, los cabellos se me erizaron, y una sensación de miedo se apoderó de mí- Tanta movilización para una mujer, pudiendo tener las que quieras... -una silueta femenina emergió de entre las sombras, morena, un poco más bajita que yo, las curvas se insinuaban bajo un apretado vestido negro. Mis piernas temblaron y caí de rollidas.
-Así me gusta, mi general, fiel a tu señora -una lengua bífida se insinuó entre sus dientes, siseante, le gustaba aquello, esta disfrutando.
-Takhisis -conseguí tartamudear, estaba paralizado.
-Señora de la Oscuridad para ti, súbdito -dijo entre risas, la marca del brazo empezó a dolerme, a quemar, más que cualquier fuego, se estaba comiendo no sólo mi carne, sino mi alma.
-¿Qué... qué quieres? -Pregunté costosamente.
-"¿Qué quiere mi señora?" Sería más aceptable -respondió- pero me siento magnánima y bueno, eres uno de mis juguetes preferidos -se acercó y con un dedo rozó mi barbilla, levantándomela para que la mirara a los ojos. Sus ojos eran negros, de una profundidad abismal, en la cual podían verse las almas de la gente que acababa en el abismo, sus gritos de desolación, su castigo, sus torturas, y entre aquellas almas apareció la mía, gritando y debatiéndose por escapar, y los demonios la cogían y la rompían a pequeños pedazos, los cuales se los iban comiendo...
-¿Has visto algo interesante? -Preguntó la Reina.
-Mi... mi...
-¡Tu condenación! -Exclamó, profiriendo una sonora carcajada- Sí, Paladine no te dejará ir con él después de todo esto, no es tan benevolente el flamante dragón de platino. Estás atado a tu Reina -se regocijó.
-Sí... Quiero recuperarla..
-Oh, bonita osadía, pedirle a tu señora... pero te lo concederé -dijo ella.
-¿A cambio de qué?
-Qué listo que es mi general -dijo ella- no puedo hacer ningún trato que involucre su alma ni nada parecido, pero... quiero la tuya, tu alma, tu servicio, tu vasallaje eterno. Dámelo y te la conseguiré, y te daré el poder para acabar con aquellos que la hicieron presa -sonrió ella.
-Lo que quieras -dije yo.
-Firmaremos el acuerdo con un apretón de manos -sonrió, maléfica y estiró la mano. Yo se la estreché, y al instante sentí un fuego que quemaba la palma de mi mano, pero no era físico. La mano de la Diosa se convirtió en la mano enguantada de un caballero oscuro y después en la zarpa de un dragón. La habitación giró, las sombras se agruparon y su risa continuó escuchándose en mi cabeza mucho después de que se marchara. La habitación quedó en silencio.
-Mi señor-dijo una voz sepulcral desde la misma tienda. Me volví con rapidez, casi con sobresalto, pero no vi a nadie.

De pronto, desde el punto mismo en el que miraba, algo salió, algo no más grande que yo. Una cornamenta colosal adornaba su cabeza, poseía unos ojos rasgados y una piel cobriza bastante singulares, y llevaba las alas plegadas y andaba sin emitir paso alguno.
-¿Quién eres? -Pregunté, llevando la mano a la espada.
-Soy tu pacto, lo que has pedido, soy el que traerá a tu prometida y destripará a tus enemigos,
soy Khaz'nar, demonio de la sombras y el silencio, y por este día te serviré.

Me sobresalté, no era un espectro ni ninguna de las cosas que andaban por la tierra, era un demonio del abismo, un siervo mismo de la Reina de la Oscuridad, y ahora ella volvería a mí, y todos aquellos que la habían herido caerían como piezas de un tablero.
Cuando salí, el hechiero estaba allí, con los puños apretados.
-Ha venido -dijo él.
-Y me ha concedido la victoria, anula todos los preparativos, dile a los hombres que monten más guardia y suban barricadas, no vamos a atacar, no todos. Y llama a los mejores conjuradores, necesito un buen hechizo de invisibilidad y otra cosa...

Al rato los orcos comenzaban a levantar una muralla de tres metros, doble, de madera, el bosque nos servía para eso.
Los hechiceros lanzaron sus conjuros, no vieron al demonio, ni yo mismo lo vi, pero sabía que me seguía.
Salimos al bosque, las pistas eran claras, el demonio iba sorteando las trampas, era impresionante. Ni yo mismo era capaz de detectarlo si él no quería.
Al rato encontramos un pequeño "campamento", no eran muchos, no comparados con el ejército que portaba. El demonio me indicó el poste en el que ataban a una mujer... cerdos... la ira estalló en mí, los quería a todos muertos.
El demonio se movió primero, no lo vi, pero empecé a ver las víctimas, los centinelas empezaron a caer en silencio, muertos de un solo golpe.
A la tercera víctima el campamento se alarmó, pero ya era demasiado tarde, me moví rápido pese a la armadura, un solo tajo, el guardia estaba muerto, ella estaba llorando, el miedo podía olerse.
-Ya estoy aquí, pajarito-le susurré al oido, después corté sus cuerdas, el demonio había sido rápido, no quedaban casi arqueros, varias flechas silvaron pero chocaron contra mi armadura, adiós al hechizo de invisibilidad, pero aún me quedaba una cosa.

Varios soldados se alarmaron y vinieron a por mí, su acero se partía bajo la fuerza de mi espada, regalo de la Reina, el fulgor azul quemaba sus cuerpos, como había hecho en otras batallas.
Alguien salió de la tienda principal, alguien familiar, esperaba que viniera, pero no esparaba que viniera así, no había cambiado, bien, eso me daba cierta ventaja.
Sus hombres caían al suelo, uno detrás de otro, otro más cayó bajo el peso de mi espada. Le miré, y algo se movió detras de él: Khaz'nar... ya era demasiado tarde, le vi caer derramando la sangre por el suelo.
Cogí a Lorena y corrí, corrí por el bosque, ya estaba conmigo y mi alma estaba con Ella.


/A mamarla/

4/10/09

Neptune

Después de atarme las manos con fuertes y ásperas cuerdas, de las cuales salía como una correa para conducirme por el bosque, me pusieron una especie de saco en la cabeza, tapándome la visión por completo.
En seguida noté un tirón y comencé a caminar casi a tientas. Notaba las hojas y ramitas romperse bajo las plantas de mis pies, pues había olvidado calzarme. Esperaba que ninguna se me clavara en la planta y me hiciera una herida.

Comencé a meditar sobre las palabras de aquel hombre que me hablaba con tanta naturalidad. Era obvio que había estado en la Tierra y nos conocía, que conocía a Carlos desde hacía tiempo, pero no conseguía ubicarlo en la memoria. Traté de recordarlo más joven, quizás. Pero no conseguí acordarme, había pasado demasiado tiempo, demasiadas cosas. Sin embargo, me era muy familiar.

Tropecé contra la raíz de un árbol y estuve a punto de caer, pero me cogieron de la parte posterior del vestido y me enderezaron antes de que tocara el suelo. El golpe me hizo cojear durante algunos metros pero en seguida continué hacia delante, lo cual me permitió continuar pensando.

Gracias a mis sentidos agudizados, cortesía de un mundo más pequeño con una gravedad menor (información obtenida gracias a Elistan, por supuesto), pude escuchar cuchicheos a mi alrededor, los hombres pisando y caminando a mi espalda. Mi propia respiración temblorosa. Comenzó a entrarme miedo de verdad… ¿dónde me estaban conduciendo? ¿Irían a matarme? El montaraz que habló conmigo me había dicho que no, que quería rescatarnos a Carlos y a mí de tener que acudir a aquel horrible castillo, pero ¿cómo creer a un hombre que me había puesto un saco de tela en la cabeza?

Al cabo de un tiempo que se me antojó interminable, por fin se detuvieron todos. Los pies me dolían terriblemente, y, como temía, algo se me había clavado en una de las plantas, a la altura del talón. Notaba la sangre salpicándome cada vez que levantaba el pie para caminar.

Sin previo aviso, me quitaron el saco y parpadeé ante el doloroso resplandor de las llamas que lucían aquí y allá en el campamento. No eran muchas, pero alumbraban lo suficiente para poder reconocer a algunos elfos de Qualinost. Algunos habían vivido conmigo en el palacio del rey, y todos ellos me observaban con ojos hostiles. Ahora sí que las lágrimas se agolpaban en mis ojos, ansiosas por salir. Me mordí el labio inferior.

En seguida volvieron a tirar de mí para conducirme a un poste que había a un lado del campamento. Me desataron las manos, momento en el cual aproveché para frotarme las doloridas e irritadas muñecas, pero la tregua no duró mucho, ya que me obligaron a sentarme de espaldas al poste y me ataron las muñecas de nuevo a su alrededor. Sollocé, sin poder contenerme.

Delante de mí se apostó un hombre con aspecto rudo, un arco en la mano y una flecha atravesándolo. Agaché la cabeza para no tener que verle. Así que aquel hombre era mi escolta.
Mi perro guardián me observó a mí y a las gotas de sangre que salpicaban mis pies, en especial el derecho, que era el que había sido herido.
Le dio un aviso a un montaraz que caminaba por allí, observando la escena con disimulada curiosidad y este salió en busca de, pensé, el hombre por el cual estaba apresada.

No quería que me viera llorar, así que traté de contener las lágrimas como pude. Mis lágrimas brillaban como perlas a la luz de las fogatas.
Un mes antes, mis amigas elfas me habían adulado por mi belleza a pesar de ser humana mientras me peinaban o me aplicaban aceites en la piel, y en aquel momento me encontraba con el cabello enredado y mojado atada a un poste en un minúsculo campamento, llorando disimuladamente y los pies cubiertos de barro y sangre.

2/10/09

Tras haber hecho un registro de las ropas de aquella mujer que mis hombres confundieron con una elfa, alcé el rostro hacia ella, con la mirada ausente. El arco a mi espalda y las dos fundas de mi cinto no decían nada bueno sobre mis intenciones, pero no me cabía duda de que aquella chica era humana al verla ahora un poco más de cerca. Reconocía el rostro, aunque no es que hubiese hablado mucho con ella.
Aquella chica me miró como si estuviera loco. Aun así, le temblaban las piernas, no sabía muy bien si por frío o miedo.
-Eso es mío... -murmuró entrecortadamente.
-Hace mucho que no te veía -dije en un tono que no dejaba paso a entender intención alguna o interés en lo que acababa de decir, sin embargo, desprendiéndome de mi capa pesada, con el forro interior de la piel de algún animal, se la lancé. Si no era miedo, o no quería aparentar que lo era, sería frío.

Ella la cogió al vuelo y, sin ponérsela sobre los hombros, me observó, frunciendo el ceño.
-Me... me suena tu cara, pero no consigo... ubicarte... -reconoció, observándome de arriba a abajo.
-Bien. Ahora dime, siendo una chica risueña como siempre te vi ¿qué haces saliendo de un campamento orco que acaba de masacrar una ciudad élfica? Llevarás sobre los 3 años aquí si el tiempo no se distorsiona una vez pasado el portal y tus ropas son élficas, por lo tanto lo más probable es que hayas vivido entre ellos; y omite el decir que estás huyendo, alguien que escapa, no se para a tomarse un baño apenas a un quilómetro de distancia del campamento de sus secuestradores.
-Yo... -tragó saliva, mirando a su alrededor y retrocediendo lentamente- bueno, viví entre los elfos durante tres años, pero... bueno... yo es que... estoy prometida al General y... eso.
-No huyas, varios de tus ex-amigos elfos están apuntándote desde las sombras, y mis subalternos sólo dispararían de aviso, pero viendo las caras de los elfos... bueno, parecen guardarte un bonito rencor. Ahora hazme un favor y haztelo a ti misma y siéntate en aquella roca para que podamos hablar más tranquilamente.
-¿Cuánto tiempo va a durar esto? –Preguntó con la voz temblorosa. La barbilla le temblaba compulsivamente.
-Todo lo que quiera- dije en total tranquilidad, no quería que se pusiera a llorar, eso me parecía ahora mismo, una llorona- para empezar ¿Cómo le va a More?

Escuchar aquel mote después de tantos años sin duda la sorprendió, pero respondió tranquilamente.
-Bien... mira, yo no quiero tener problemas -respiró hondo- déjame que me vaya, no diré nada, te lo prometo. Si se enterara de esto...
-¿Que haría si se enterara de esto?- Dije con una sonrisa ahora tremendamente visible, no me atemorizaba en absoluto, aunque ella no estuviera segura, eso disipaba las dudas por completo.
-Te mataría, lo digo en serio. Ahora no es como antes, él... él es más... sádico. No le importa nada, déjame que me vaya, por favor. No tengo dinero, no tengo nada...
-No quiero dinero, tú simplemente responde a mis preguntas: Dices que More ahora no tiene nada que perder ¿Y tu? ¿Le resultas valiosa o sólo eres una más?
-No estoy con él -respondió con rapidez, poniendo cara de poker.

Enarqué una ceja como quien no quería la cosa.
-Claro. Veamos, me estás diciendo que saliendo con él antes de que apareciera ese portal, diciendo ser su prometida, y habiendo dejado a la gente que te ha cuidado tanto durante tres años en la estacada -ahora la miraba directamente a los ojos a apenas un palmo de distancia apoyado en la piedra- ¿No estás con él?
-Soy la prometida de otro General, un drow. Me capturó durante la batalla, pero se ha tenido que marchar con otro destacamiento. More está demasiado cambiado como para tener una esposa.
-¿Sabes qué ha sido lo que más me ha sorprendido de él al verlo esta mañana con una flecha apuntando directamente a su corazón? No ha sido que su arrogancia haya aumentado, ni siquiera ese aspecto de chico malo. Sino que era feliz, cuando nadie mira sonríe, es demasiado expresivo ¿sabes? Ahora dime la verdad o vuelvo al campamento y en vez de hacer todo lo posible para que salga con vida, le dispararé. Pues si es el monstruo que tú dices, no merece ser salvado -Todo aquello fue dicho desde la comprensión y la empatía, como si fuera su amigo, se me daba bien llevar a cabo ese papel.

Ella se mordió el labio inferior y apretó los puños, con aspecto de tener un conflicto interior inmenso.
-Yo... sí que estoy con él. No le hagas nada, por favor...
-No quiero hacerle daño, realmente cuando aquel portal me tragó, a las dos semanas de estar aquí pensé que quizás a vosotros os hubiera pasado lo mismo, pero lo deseché, me pareció una idea estúpida no sustentada por nada lógico, un pálpito... debo empezar a hacerles algo más de caso. Dime una cosa ¿A ti te gusta la vida que te espera a ti y a él en el caso de que esta campaña tuviera éxito? ¿Eres consciente de que probablemente muráis en alguna intriga política o que él cada vez el irá convirtiéndose en un ser más y más taimado por la vida que lleva, hasta que probablemente tú seas la única persona por la cual muestre un poco de afecto? Hay otras opciones...
-¿Puedo irme ya? -Preguntó ella, con aspecto exasperado.
-No, eres mi prisionera, me sorprende que no hayas llegado ya a esa lógica.
-¡Pero si me has dicho que si lo respondía todo podía irme! -Gimoteó, asustada.
-No he dicho tal cosa, te lo aseguro, y no tienes nada que temer, no te vamos a hacer daño.

Ella miró hacia el bosque que la rodeaba y, tras retroceder un par de pasos, echó a correr hacia el lago.
Varias flechas se clavaron frente a ella cortándole el paso, en un instante de vacilación, mi mano ya la sujetaba del brazo, la otra sujetaba una que había ido directa hacia su cabeza.
- En este mundo somos más rápidos y más fuertes que en el real, los que vinisteis aquí sin ningún entrenamiento estáis acostumbrado a los oponentes de este mundo, si peleárais con alguien en vuestro rango de reflejos y velocidad, os veríais eclipsados. Y yo llevo desde los 12 años con una espada en mi mano. Si More intenta matarme, morirá, y no pienses que no soy capaz de matarte, quiero un final feliz, pero si no lo consigo, moriréis los dos.

Ella se resistió con rabia, dando sacudidas con el brazo. En una de esas, me dirigió un puñetazo a la cara al grito de "¡Suéltame!"
Con un rápido movimiento, más rápido que cualquier otro que ella hubiera podido ver entre los habitantes de este mundo, una katana estaba apoyada sobre su cuello
-Quieta, si te resistes, no sólo tu mueres, también él.
-¿¡Qué es lo que quieres!?
-¿La verdad? Hacer que More interne el ejército en el bosque, aquí dentro están perdidos por numerosos que sean, una vez el ejercito esté diezmado, tú y More podréis hacer lo que queráis.
-No tienes ni idea -respondió con una media sonrisa bastante amarga- More no puede irse aunque su ejército sea reducido. Los otros Generales le buscarán, como el Señor Oscuro. Tiene una marca en el brazo, no me deja verla, pero estoy segura de que es una especie de radar. No vendrá con nosotros.
-Siempre tuvo un par de huevos, espero que siga teniéndolos para enfrentarse a esos generales. Ademas tiene un motivo plus para hacerme caso. Tú no sobrevivirás ni una semana a donde vais. Él no puede estar todo el día pendiente de ti, y sabe tan bien como yo que no puede confiar en nadie. Probablemente piense en ello cada día desde que te ha encontrado.
-Sé cuidarme sola -dijo la chica con decisión, alzando un poco el mentón- no soy una inútil, me enseñaron a utilizar la espada, seguramente sepa hablar en casi todas las lenguas de Arda y conozco cada palmo de territorio.
-Si un mago me atacara a mí por sorpresa probablemente no podría hacer nada contra él, y eso te espera en el castillo -aparté la katana de su cuello.
-¿Dejarás que me vista por lo menos? -Preguntó, con aspecto derrotado.
- Adelante.
-¿Vas a mirar? -Se agachó para recoger la ropa y cuando la tuvo en la mano, me miró como diciendo "venga, vuélvete".
-Yo y las quince personas escondidas en los arbustos, árboles y demás, ¿De verdad piensas que nos vamos a volver para que huyas? Además... No tienes nada que no haya visto antes- Aseguré antes de dudar un momento- o... ¿Eres un travelo? Eso sería divertido de ver. Si te encuentras más tranquila prometo mirar en todo momento a tu cara.

Me miró con odio concentrado y, cogiendo una especie de pantaloncitos ajustados, que yo reconocí como una especie de equivalente de bragas, comenzó a ponérselos sin quitarse la toalla. Una vez puestos, me dio la espalda y cogió una tira de cuero marrón. Titubeó un poco antes de dejar caer la toalla. Desde donde me encontraba sólo veía su cabello y su espalda, y quizá algo de su pecho. Se ató la tira con rapidez y se pasó el vestido por la cabeza, pero en cualquier caso solo miré su nuca, no me interesaba su físico, era de More, si algo me caracterizaba era el sentido de la propiedad.
-Ya está
-Espero que comprendas los motivos por los cuales voy a atarte.
-Deja de tratarme como una invitada tonta. Sé lo que es un secuestro, cuando vivía en la Tierra me tragaba un episodio de Caso Abierto detrás de otro -mientras me soltaba esta perorata extendió las muñecas.
-Atadla- dije, sin más- Prefiero considerar que te secuestro por tu bien, para tener mi conciencia tranquila si al final tengo que matarte.
-Oh, si te lo tendré que agradecer y todo -la mirada de odio intenso se acentuó mientras varios de mis hombres la rodeaban y le ataban las muñecas- Vaya, pensé que utilizarías cintas de raso.
-Esas las reservo para los momentos íntimos- dije, de nuevo, sarcástico, antes de recuperar un aspecto serio mientras me marchaba- y probablemente acabes agradeciéndomelo.

23/9/09

Tybalt

Mientras tanto lo observaba todo. Como la esfinge preparaba la nota y hurdia sus terrorificos juegos para poner a prueba a Isi.

Tenia miedo. Aunque confiaba en mi amigo, hacia mucho tiempo que no lo veia. No seguia tan unido a el. Pero le hechaba muchisimo de menos. Si pudiera hacer algo para ayudarle... cualquier cosa...

Pero no podia. Estar confinado en aque lugar era terrible. Era una constante frustracion no poder moverse, ni articular palabras, ni siquiera gritar. Habria dado cualquier cosa por gritar con todas mis fuerzas. Sin embargo todo era pensamiiento y voluntad. Algo agotador en extremo. Presentia que si Isi no me conseguia saca rapido de alli me acabaria volviendo como una maldita cabra tarde o temprano.

Recorde a Eloisa Pua de Cristal. ¿Que seria de ella?

Isi, date prisa, se que tu puedes vencer cualquier artimaña que te ponga esa maldita criatura, se que me liberaras y que volveremos y nos vengaremos. ¡Animo compañero!

Esfinge

Era un ritual muy complejo. El cambio de cuerpo de un alma es algo que solo los magos mas sabios y poderosos pueden llegar a lograr. Era la primera vez que lo hacia. Aunque habia estudiado mucho la migracion de almas y otros fenomenos relacionados con la muerte, pero esos eran otros parajes. La cuestion es que habia conseguido retirar el alma del chico y confinarla en un orbe especialmente preparado para ello. Ahora quedaba la segunda parte de su plan.

Tomar posesion de aquel cuerpo.

Si arrebatar un alma es dificil, mas aun sacar la tuya propia y conservarla en otro cuerpo y que funcione. Habia estudiado durante años el como hacerlo. Y habia hecho experimentos tambien con otros humanos, pero nunca con su propio cuerpo. Era la parte mas peligrosa.

Lo tenia todo listo para comenzar el ritual cuando una de sus alarmas magicas se activo. Aun hechicero en sus dominios. Se pregunto quien seria. Pero la respuesta estaba delante suya. El joven mago amigo del chico al que habia robado el cuerpo. Sus guardias se ocuparian de el.

Pero sus cientos de años de experiencia le habian enseñado ano subestimar a ningun oponente, aunque fuera humano y auque fuera tan joven. Habia visto alzarse imperios y caer destruidos. Y sabia cuanto es capaz de hacer un humano. Asi que no seria tan estupida de comenzar un ritual que la dejara expuesta teniendo un intruso en sus dominios. Con la alarma activada dos Golems de Piedra ya estarian de camino para acabar con su vida. Y si era un mago, lo tendria mas que dificil porque estaban protegidos contra la magia por poderosos conjuros.

Se sento a esperar.

Al rato dejo de sentir a uno de sus guardias y al poco despues el segundo.

Sonrio. Ese chico era mas habil de lo que parecia. Estaba cansada de tanto concentrarse. Quizas no fuera mala idea divertirse un rato probando la astucia del chico. Al fin y al cabo su guarida no seria su guarida si no estuviera protegia por cientos de trampas y por terribles monstruos. Estaba emocionada. ¿Hasta donde seria capaz de llegar antes de caer? Lo preparo todo. se lo pondria facil. Despues de todo, aunque encontrara a su amigo, lo encontraria en el orbe y ella con su cuerpo. Y tampoco era tan cruel como para no darle lo que habia venido a buscar. Ademas sentia algo de compasion por el druida, no le gustaria nada verse en su situacion.


Doblo con vehemencia el mapa del recorrido hasta el orbe y lo metio en el sobre, sellandolo magicamente de forma sencilla. Junto al mapa, habia una carta cuidadosamente escrita con una letra de sublime elegancia.

"Señor Isaac:

Me alegra que haya decidido tan precipitadamente entrar por la fuerza en mi hogar. Lamento decirle que si mi morada no fuera un lugar seguro mas de un aventurero habria acudido de mala fe a saquear mis valiosas posesiones. Se que no es un cazatesoros y que viene buscando algo muy especial, su amigo. Y en un alarde de generosidad se lo brindo, ya tengo de el todo lo que necesitaba. El mapa indica la sala donde se haya retenido. Le reto a conseguir llegar hasta el. Si lo consigue les dejare marchar libres a ambos. Le doy mi palabra.

Que disfrute del juego.

Atentamente:

(Simbolos arcanos que probablemente sean su nombre, bastante complajos de escribir y mas aun de pronunciar)"


Dejo el mensaje donde seguro se iba a tropezar con el. El lugar por donde habia entrado era un ala que habia abandonado por unos pequeños problemas constructivos y seguia conectada al complejo principal, pero solo por una puerta.

La carta durmio a sus pies hasta que el mago llego.

// Ya esta, despues de un mes meditando profundamente estre cervezas...//